Violencia intrafamiliar en mujeres mayores: el moretón eterno y silencioso

Un grupo de académicos de la U. Católica de la Santísima Concepción investigó este poco estudiado tipo de violencia, basados en entrevistas directas con víctimas del Gran Concepción, cuyos testimonios recoge este reportaje.

Por Macarena Cerda Morales


Sobremesa con la familia recordando momentos pasados, las anécdotas del niño que hoy es un adulto, y las travesuras de los hijos, nietos y bisnietos. Al final de la mesa la abuela escucha en silencio mientras rememora también sus propias vivencias cargadas de un dolor indescriptible. 

Ajena a las risas de sus hijos, recuerda las peleas con el abuelo, los golpes, las prohibiciones y la amargura. En ella no hay motivos para reír, pero esboza una sonrisa a pesar de cargar con aquella pena que las líneas de expresión en su rostro delatan, las cuales además emulan los caminos pedregosos que transitó a lo largo de su vida. No se arrepiente en lo absoluto de haber aguantado al marido. No tendría la familia que tiene hoy ¿verdad? Después de todo, soportó y se quedó por sus hijos.

Pocos o más bien nulos son los estudios sobre este tema. Curioso y contradictorio. A fin de cuentas ¿quién no ha escuchado una terrible historia de épocas pasadas de la boca de una mujer mayor?

Persona mayor, no abuelito, ni abuelita, ni menos adulto mayor. Es la diferenciación que hace la trabajadora social, gerontóloga social y doctora en psicología de la salud, Carolina Monsalve apenas inicia la entrevista. La en ese entonces investigadora de la facultad de Comunicación, Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC) me recibió en su oficina para lo que sería una entrevista cortita, de no más de 15 minutos en honor a su ocupada agenda, pero terminamos conversando bastante más. Es que a ella estos temas la hacen vibrar, y una vez comienza a hablar de aquello, es imposible sustraerse al impacto de sus frases.

Este cambio en el lenguaje es fundamental, ya que el referirse a este grupo de la población como abuelitos o adultos mayores, trae consigo una carga de discriminación inconsciente: “Es importante basarse en un enfoque de derecho, entender que son personas que ejercen sus derechos, porque ‘adulto mayor’ está basado en una segregación etaria, y cuando nosotros hablamos de personas mayores hablamos primero de personas”, dice.

Según datos del INE, el porcentaje de personas de 60 años o más que habita en nuestro país ha aumentado significativamente. Mientras que a principio de los noventa este grupo etario equivalía al 6,6% del total de habitantes, este año alcanza ya el 18%, y se pronostica que para 2050, las personas mayores equivalgan a un 32,1% de la población.

En la misma línea, Monsalve explica que existe un término en la gerontología denominado infantilismo, connotación que es fundamental erradicar del lenguaje: “Si nosotros consideramos a las personas mayores como abuelitos o abuelitas, las transformamos en personas que no tienen herramientas ni han tenido una trayectoria de vida”.

Carolina coordinó el estudio “Violencia de Género en Adultas Mayores y sus relaciones intergeneracionales”, que analizó las historias de vida de mujeres residentes en las comunas de Concepción, Penco, Tomé, Talcahuano y Hualpén. Se trata de una investigación que partió durante la pandemia junto a la doctora Roxanna Correa (Facultad de Educación), los magíster Héctor Abarca (TS) y Alicia Rey (periodismo), además de la trabajadora social Javiera Caro. 

Cinco de las entrevistadas son dueñas de casa de entre 59 y 70 años, pertenecientes al Gran Concepción, con hijos e hijas, criadas por una madre sola o un padre ausente, tías o encargadas. En sus relatos se distinguen distintos tipos de violencia: física, financiera y negligencia o abandono, entre otras. Además se describen las estrategias utilizadas por ellas para enfrentar estas situaciones, superar sus miedos y seguir con vida por sus hijos. En otras, para no enfadar más al padre o a la madre golpeadora.

El artículo n° 5 de la Ley de violencia intrafamiliar, actual ley Nº 20.066, dicta qué “será constitutivo de violencia intrafamiliar todo maltrato que afecte la vida o la integridad física o psíquica de quien tenga o haya tenido la calidad de cónyuge del ofensor o una relación de convivencia con él”.

“Todas las categorías que la ley de violencia intrafamiliar tipifica, estas cinco mujeres las padecieron”, declara Carolina Monsalve. Los relatos son potentes. La trabajadora social los conoce, pero cuando los lee en voz alta, es como si fuera la primera vez que los escuchara. Sus ojos se cristalizan al interpretar las historias de las protagonistas del estudio.

Violencia física no es la única

“Una vez me acuerdo que nos taparon la boca con cinta adhesiva, porque nosotros hablábamos mucho”, contó una de las entrevistadas con respecto a lo sucedido a ella y sus hijos. ¿El autor? Su pareja. Pero los agresores no eran solo los esposos y las siguientes narraciones lo denotan: “Sangraba a veces con mis hermanos, nos chocaban cabeza con cabeza”, relató otra mujer, aludiendo al castigo de sus padres.

No obstante, la violencia física no es la única existente, ni en este estudio ni mucho menos en la vida. “Tenía que pedirle (dinero) a él, así que yo anduve muchos años con la ropa antigua no más, para evitar problemas”, evoca otra entrevistada acerca de la violencia económica que experimentó. “Nos casamos sin tener nada, así que había que cuidar lo que había. Yo cuidaba mis cosas, mi loza, mis plantas, para que no las golpeara. Pero quebraba cosas y me golpeaba” es otro de los crudos recuentos.

En cuanto a la dimensión de la negligencia o abandono, el testimonio siguiente hiela la sangre. Detalla: “Después, cuando yo hablé con él (su primo), le dije, ustedes escucharon todo, me pudo haber matado (sin que ustedes hicieran nada)…” frente a lo cual él respondió: “No, prima, estábamos durmiendo” pero en su testimonio ella insiste: “Escucharon todo, mi casa no era grande… ellos escucharon todo”.

Otra de las narraciones que impacta es la que alude a la belleza que se va “perdiendo con los años” y el desdén que ello provoca en el marido o pareja: “Y va y me dice, bueno, yo no salgo contigo, porque a mí me da vergüenza salir contigo. Y yo me paro y le digo, ¿conmigo? si yo soy linda, soy hermosa, le dije, mira, soy bella”.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas, se estima que 736 millones de mujeres en el mundo -aproximadamente una de cada tres- ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima. En cuanto al panorama nacional, las estadísticas del Centro de Estudios y Análisis del Delito (CEAD), dependiente de la Subsecretaría de Prevención del Delito, Ministerio del Interior, señalan que entre 2023 y lo que va de 2024 se han registrado 137 mil 986 casos de VIF contra mujeres. De esa cifra, 5.040 correspondieron a mujeres mayores de 65 años en 2023.

Fruto de la desesperación

La iglesia -“nos íbamos donde el curita”- o Carabineros -“¿sabí qué? me saqué fotos de los moretones y fui a los Carabineros”- representan para estas mujeres instituciones de auxilio, como reconoce Carolina Monsalve con suave pero impetuosa voz. También la educación: “Me puse a estudiar porque yo era auxiliar de salud, y saqué mi título de técnico en enfermería en la universidad”, cuenta otra de las participantes, aludiendo a los estudios para superarse a sí misma y escapar de su violenta realidad.

A mayor abundamiento, los centros de salud familiares también representan para ellas un apoyo: “Ahora yo no estoy llorando, me lo pasaba puro llorando por depresión, porque ahora estoy en el Cesfam con psicólogo, y estoy permanentemente con mis medicamentos”.

La psicóloga de la Universidad del Desarrollo, Amanda Alonso Rosas, quien cuenta con un diplomado en Sexualidad y es especialista en Feminismo y Violencia contra la Mujer, indica, a propósito de la investigación, que la violencia de género afecta de manera significativa el autoestima de la mujer, y puede generar ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático y muchas complicaciones más que inciden en su salud física y psicológica. 

Además, la profesional señala que los efectos en las personas están estrechamente relacionados con el tipo de agresividad que se experimente. “La violencia de género directa hacia la mujer, por ejemplo insultos o golpes, tiene un efecto que no es menor, pero la indirecta, que tiene que ver con la menor cantidad de puestos laborales o el salario menor, también tiene sus propias repercusiones”, declara.

“No esperaba llorar con usted”

Carolina Monsalve mantiene la mirada firme mientras explica aquello en lo que es experta. “Nosotros queremos que las historias de vida de estas mujeres sirvan de herramientas para las jóvenes…”, pero se quiebra antes de terminar la frase. “No esperaba llorar con usted”, confiesa, mientras enjuga una lágrima que se desliza por su mejilla. Para ser sinceros, desde hacía rato que esta reportera sujetaba las propias, pero que, al final, terminaron por escaparse. 

Las conclusiones del estudio son claras. Las cinco mujeres participantes de esta investigación coinciden en que soportaron la violencia por sus hijos, y muchas incluso justifican o se culpan por el maltrato sufrido. La violencia sexual se reporta en menor medida, pero se cree que es por un factor de pudor, y en palabras de Monsalve, “se confunde con las obligaciones de las esposas” o como se decía antaño, “con las labores propias del sexo”. 

“No quedarse en el paper” es el mensaje final de la académica, cuya crianza estuvo rodeada de mujeres y hombres mayores, lo que definió la ruta que tomaría su profesión. “No queremos que solo sea una investigación” -prosigue-, “queremos que esto se escuche, y que nuestras estudiantes desarrollen sus propias habilidades para no padecer lo mismo”.


Autor

  • Egresada de periodismo y bachiller en comunicación de la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Actualmente, se desempeña como periodista en el diario El Mercurio, sección Nacional, enfocada en las áreas de Transportes y Obras Públicas. En 2023, recibió el premio a la Excelencia Periodística de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en su categoría Periodismo Universitario. El mismo año, fue reconocida por los premios Pfizer Clúster Andino. En 2024, fue acreedora de una mención honrosa por la Sociedad Interamericana de Prensa.

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