Un grupo de galgos, rescatados de la crueldad de las carreras clandestinas y de la indiferencia de sus antiguos dueños, encontró un nuevo hogar en los barrios Lastarria y Bellas Artes. Mientras ellos se adaptan a sus nuevas vidas, el Congreso rechazó un proyecto de ley que buscaba declarar ilegales las carreras que les han dado triste fama.
Por Aldo Vidal Neira // Fotos: Juan Pablo Venegas // Animación: Valentina Vergara

Una tarde a finales de diciembre de 2022, Estrella, una galgo grisácea de aproximadamente siete años, delgadísima, con costillas prominentes y ojos tristes, asomó de un matorral cerca del centro recreacional Laguna Esmeralda de Melipilla. José Antonio Torres y su pareja, que estaban en el estacionamiento, la vieron y le ofrecieron parte de su almuerzo. Después de comer todo lo que pudo, trataron de acariciarla, pero ella se escondió asustada. Tras varios intentos, finalmente lograron que bajara la guardia y la llevaron a su departamento en el barrio Lastarria.
“Al día siguiente la llevamos al veterinario y según lo que nos dijeron lo más probable es que a ella no la tuvieran para correr si no para procrear. De todas maneras, seguramente estaba encerrada y sin alimentos”, cuenta José Antonio, quien trabaja como pastelero en una panadería de Ñuñoa.
“Desde que la recogimos ha sido súper dócil, camina siempre al lado mío, tenga o no tenga el arnés”, agrega su dueño.
La adaptación de Estrella no fue sencilla. Con varias semanas en casa de sus nuevos cuidadores, seguía sufriendo diarrea y falta de ánimo, y debía tomar cuatro remedios diarios. Como parte del tratamiento José Antonio y su novia la llevaban todos los días a pasear por el Parque Forestal donde, sorpresivamente, encontró otros galgos como ella que habían vivido experiencias parecidas.
Y es que la raza de los galgos sigue siendo utilizada para carreras clandestinas y las lesiones y traumas entre los rescatados son frecuentes. “Muchos de los perros de esta raza que llegan a consulta es por miedo. La causa, además del maltrato que han sufrido, es la falta de estimulación. La mayoría crece con muy poco contacto con personas, encerrados, con malnutrición, con estrés”, explica Contanza Stuart, directora ejecutiva de Centro Integral de Comportamiento Animal (Cican).
Sobrevivientes
Todo comenzó con Merlin, el primer galgo que le robó el corazón a Pamela Órdenes, presidenta de la Fundación Galgo Chile. Lo recogieron en 2017 y desde entonces han logrado dar en adopción cerca de 400 galgos. El principal foco de la organización es detener la explotación de estos animales. En esa línea, en 2018 consiguieron su primer hito: liberar 20 galgos maltratados en Lampa y hoy funcionan en la región Metropolitana y de Valparaíso, también en algunas ciudades como Chillán, Temuco y San Fernando.
Según explica Pamela, en Chile hay dos tipos de peligros para estos perros, el primero y más frecuente son las carreras. Allí entre dos y cuatro galgos compiten en una pista, generalmente en parcelas privadas. La mayoría son atados o encerrados en jaulas hasta el momento de correr. Ya en la pista pueden alcanzar hasta 70 kilómetros por hora.

“En esos lugares se les causa mucho estrés, muchas veces le tocan los genitales, los encierran para que estén más ansiosos, luego se libera una falsa liebre para que la persigan. Los dueños los entrenan, pero no con refuerzos positivos. Esta gente tiene de 15 galgos hacia arriba, pero los más viejitos ya no sirven, para ellos su vida útil es de cuatro o cinco años. Luego dejan de alimentarlos”, afirma.
El segundo uso que ellos condenan es la caza. “Generalmente ocurre en lugares que no son planos, pero no tiene que ver con necesidad, solamente es entretención. Cuando los abandonan los dejan amarrados a árboles, es una tortura porque les dan cero posibilidades de sobrevivir. En Chile la temporada de caza no está regulada. Existe una ley que permite la venta a criadores, la orden y el permiso y esto no está regulado”, agrega Órdenes.
Hasta ahora las zonas que la fundación ha identificado donde este tipo de prácticas ocurren con frecuencia son Melipilla, Talagante, San Bernardo, Concón y Casa Blanca, entre otras.
La comunidad de Bellas Artes
Cada tarde, muy cerca de la esquina de José Miguel de la Barra y Merced se reúne Estrella con un nuevo clan de perros galgos.

Dentro del grupo, una de las más populares es Lupe, una galgo atigrada y con mucha energía, que se caracteriza por ser cariñosa y juguetona con cualquiera que se le acerque. A ella también la utilizaban para reproducir crías y fue encontrada herida en un sector de San Francisco de Mostazal hace un año y medio.
“Cuando la adopté estaba mal, muy flaquita, no sabía socializar. Se demoró como tres meses y ahora es muy feliz. Confía mucho en los humanos, pese a todo lo que le hicieron”, cuenta su dueña, Camila Cuevas.
Otro integrante del grupo es Fideo, de solo tres años y probablemente uno de los más inquietos. Mientras su dueño conversa con otros vecinos de la zona, él corretea por el parque sin descanso. Fue encontrado en el interior de Talca, donde lo usaban para cazar liebres. Sin embargo, como no lograba cumplir con esa tarea, no lo alimentaban y lo mantenían amarrado.
“Chillaba cuando lo tocabas, pero de a poco lo fue desensibilizado, con cariño y paciencia. Ellos son perros muy especiales, muy buenos. A mi me da mucha tranquilidad y paz”, explica Julio Barraza, vecino del sector de Bellas Artes.


Humo, un imponente galgo blanco y Tina, una inquieta cachorra de ocho meses, segunda generación, hijos de perros rescatados y también conviven en el mismo sector. La mayoría se caracteriza por ser muy tranquilos, dormir mucho -cerca de 16 horas en promedio- y ser muy aprensivos con sus dueños.
“A Tina la tuve con etóloga, y ahora le contraté un entrenador, porque no se acostumbra a estar sola, yo salgo y se queda llorando”, cuenta su dueño, Giovanni Alberti.
Raza en disputa
La fama de los galgos es milenaria. Hace siglos figuran como compañeros frecuentes de la realeza y la aristocracia. Su elegancia innata y su capacidad para la caza los convirtieron en un símbolo de estatus, y su presencia se puede rastrear incluso con ancestros que acompañaron a faraones, como Tutankamón, Amenhotep II y Cleopatra.

Hoy en día, su presencia sigue despertando intensas pasiones. En Chile, se calcula que existen alrededor de trescientos canódromos donde se realizan carreras de perros, la mayoría exclusivamente para galgos. Sin embargo, la falta de registros oficiales sugiere que muchos de estos lugares operan en la clandestinidad, alimentando el fenómeno de la explotación y las apuestas.
En 2021 el Congreso rechazó un proyecto de ley que buscaba prohibir toda carrera de perros, cualquiera fuera su raza, en todo el territorio nacional. La votación fue muy reñida y la palabra “galgos” apareció varias veces. Los argumentos contrapuestos apuntaban a que se trataba de un abuso contra los animales, mientras en la otra vereda calificaron a los criadores de perros galgos como “los verdaderos animalistas”.
En abril de 2024 el autor de aquel proyecto, el diputado Felix Gonzalez, insistió con la idea y a principios de julio la comisión de medioambiente aprobó la propuesta de modificar la Ley 20.380, sobre protección de animales para prohibir y sancionar las carreras de perros.
El texto precisaba que quien organice una carrera de perros, cualquiera sea su raza, será sancionado con presidio menor en su grado mínimo, es decir, entre 61 y 540 días, y multa de 2 a 30 UTM. Por su parte, quienes las promuevan o difundan serán castigados con multa de 2 a 20 UTM.
Durante la discusión el diputado José Carlos Mesa (PREP) presentó una indicación que pretendía autorizar este tipo de carreras siempre que se cumplieran tres requisitos: Que no haya maltrato animal; que no se lleven a cabo actividades ilícitas como las apuestas; y desarrollar condiciones de bienestar para los animales.
La iniciativa fue rechazada por la mayoría por “ir contra el espíritu del proyecto” y pasó a sus discusión en sala.
“Aquí hay maltrato, se venden perros, se fuerza la cruza y se matan cachorros. Eso sin considerar las actividades anexas que vulneran normas vigentes como las apuestas”, señaló en ese momento el presidente de la comisión, Felix González.
El 13 de agosto pasado se votó en sala y el proyecto fue rechazado por 68 votos en contra, 58 a favor y 13 abstenciones. El principal argumento de los opositores al proyecto fue que las carreras eran parte de las actividades del campo y que era necesario “dejar de menoscabar las tradiciones, cuidarlas y respetarlas”.
El diputado Frank Sauerbaum señaló que “lo que hacen nuestros galgueros es cuidar, amar y respetar a los animales”.
Lo cierto es que tres días después de la votación, la Brigada de Delitos contra la Salud Pública (Bidema) encontró en un domicilio en Coyhaique a dos perros galgos en condiciones deplorables: desnutridos, sucios y golpeados. La comisario de la BIDEMA, Carolina Azócar, explicó que “el maltrato animal es un delito de carácter penal, el cual consiste en toda acción u omisión ocasional o reiterada que injustificadamente cause un daño dolor o sufrimiento a un animal”.
Nueva vida
En el centro de Santiago los nuevos residentes de la comunidad del Parque Forestal intentan acostumbrarse a la vida en departamentos. Pese a su gran tamaño, los galgos pertenecen a una raza muy adaptable y sus dueños coinciden en que la mayoría se adecua bastante bien, duermen mucho y son relativamente tranquilos.
“Es como un adolescente que estuviera viviendo contigo” dice Julio Barraza, padre de Fideo. “A pesar de que son altos y grandes, duermen harto, yo creo que unas doce horas al día. Cuando chicos tienen harta energía, como todo perrito, pero cuando son grandes, la verdad es que son muy tranquilos y están todo el día acompañantes”, explica Catalina Olivares , mientras retiene a Humo que parece ansioso de correr y jugar con sus pares.
Constanza Stuart, veterinaria de CICAN, coincide en que no hay problemas en criar galgos en estos espacios. “Considero que hay perros que están en parcelas que están peor que un perro que está en departamento, porque mientras tú cubras sus necesidades, tanto física y mentales, el perro no debería tener problemas. Muchos perros de departamento salen muchas veces a pasear, a veces cuando la gente tiene patio descansa en que no necesitan y no los sacan”, explica.

Los paseos por el parque y la interacción de los perros han sido una oportunidad para que sus dueños se conozcan y compartan consejos y experiencias. “Más de una vez, me han hecho comentarios en la calle porque ven a Estrella muy delgada. Me dicen que la alimente, sin conocer su historia. Pero aquí, con tantos vecinos que tienen galgos, se ha desarrollado una hermandad, una comunidad que entiende lo que hemos pasado, porque ellos han pasado por lo mismo”, comenta José Antonio Torres antes de continuar su caminata con Estrella, que lo sigue con mirada atenta y sin despegarse de su lado.