Hace un mes comenzó la ofensiva norteamericana contra el régimen de Nicolás Maduro. Su respuesta interna ha sido utilizar el Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (SiBCI) para transmitir mensajes 24/7 que refuerzan la idea de “resistencia soberana”, “lucha contra el imperialismo” y “búsqueda de paz”, descartando las acusaciones sobre colaboración con el narcotráfico.
Por Aldo Vidal N.
Hace 10 años, Nicolás Maduro, mirando a la cámara de la televisión estatal, se reía de Donald Trump y lo llamaba “father of pelucons (sic)” (“rey de los pelucones”). De fondo las sobreactuadas carcajadas de sus adherentes celebraban su ingenio y su mal inglés. En ese entonces Trump estaba de capa caída: había sido derrotado en las urnas y debía dejar la presidencia de Estados Unidos.
Hoy el tono del gobernante venezolano ha cambiado radicalmente. Del desafiante “cobarde, venga por mí” ha mutado a un “recapacite” o “está siendo mal asesorado”, todo en medio de las tensiones para neutralizar la amenaza de un ataque en las costas del país caribeño.
Si bien los cruces entre ambos mandatarios tienen larga data, y el régimen de Maduro ha denunciado repetidas veces la injerencia estadounidense como parte de una “conspiración mundial”, en 2025 la confrontación alcanzó niveles nunca antes vistos y ha obligado a Venezuela a activar una estrategia de comunicación y defensa integral.
Todo comenzó el 26 de marzo pasado, cuando el Departamento de Justicia de EE.UU. anunció cargos por narcoterrorismo contra Maduro y 14 funcionarios, acusándolos de liderar el “Cartel de los Soles” en colaboración con las FARC para introducir cocaína en territorio estadounidense. Luego el Departamento del Tesoro designó a Maduro como “terrorista global especialmente designado”, alegando apoyo a grupos como el Tren de Aragua y el Cártel de Sinaloa. Además, la Fiscalía norteamericana ofreció 50 millones de dólares por información que condujera a su captura, medida que el gobierno venezolano calificó de “grotesca e infame”.
La estrategia de “máxima presión” se reactivó el 2 de septiembre pasado, cuando Trump anunció que la Armada había realizado un ataque aéreo que hundió una embarcación y mató a las 11 personas a bordo en el sur del caribe. ¿La causa? Según se dijo el barco era operado por miembros del “Tren de Aragua” y transportaba narcóticos, aunque no entregaron pruebas de drogas o armas.
Diosdado Cabello, ministro de Interior, aseguró que era una “noticia falsa”, mientras Freddy Ñáñez, ministro de Comunicaciones, afirmó que se trataba de un video generado por inteligencia artificial. Horas después, ambos reconocieron la veracidad del video, sin admitir el error inicial.
Tras esto el gobierno de Trump ordenó el despliegue de una flotilla de buques de guerra en el Mar Caribe. Maduro comunicó en cadena nacional que se trataba de “ocho barcos de guerra, con 1.200 misiles y un submarino nuclear que apunta a Venezuela”.
La narrativa de Maduro
En el plano comunicacional, el régimen de Nicolas Maduro se ha caracterizado por difundir información sin fuentes, ambigua o derechamente falsa, sin ningún tipo de contrapeso. Un ejemplo claro fueron las últimas elecciones: pese a las evidencias de su derrota, el gobierno proclamó su “triunfo” argumentando, sin mostrar pruebas, que el sistema había sido “hackeado internacionalmente”.
Para sostener su discurso, el gobierno cuenta con un amplio aparato mediático. El Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (SiBCI) integra canales como VTV, Telesur y TVes, además del diario Correo del Orinoco. Estos medios estatales funcionan como altavoces de la narrativa oficial, controlando la información y censurando a la oposición. VTV, por ejemplo, transmite las 24 horas y retransmite programas de Telesur, un canal multiestatal que también difunde la postura del gobierno.
Frente al actual conflicto, la estrategia comunicacional se concentra en tres ejes: exaltar el nacionalismo; disuadir al gobierno de Trump; e instalar la idea que Venezuela lidera la lucha contra el narcotráfico.
“Defender la patria”
La estrategia de movilizar a la población para la defensa de la patria ha estado acompañada de un discurso alineado. A principios de septiembre, el gobierno decretó la incorporación de más de 4,5 millones de milicianos. Esta política fue presentada en los medios oficiales como una “defensa legítima” y un gesto de “fervor patriótico” ante la agresión imperial. Según el gobierno, la estrategía responde a “principios de soberanía, autodeterminación y paz”.
“Están adiestrando a todo el mundo, a los funcionarios públicos los obligan a ir a las plazas a ensayar con fusiles. La gente obedece porque está obligada, pero no creo que salgan a defender a Maduro si pasa algo”, relata un vecino de una ciudad fronteriza en Venezuela.
En paralelo se creó la “Unidad Comunal Miliciana de Combate”, que integra a 15.751 “bases populares” en la estrategia de defensa. Las cifras, sin embargo, no cuadran. El Ejecutivo asegura que entre nuevos alistados y milicianos ya suman más de 12,5 millones de combatientes, un número imposible de verificar. Aun así, Maduro insiste en su éxito, asegurando que los sistemas de alistamiento “asombraron al mundo”. “Estamos enfrentando corrientes extremistas del norte, nazi-extremistas que amenazan la paz de Suramérica y el Caribe, y atacan los derechos de los pueblos del mundo”, declaró.
Otra estadística cuestionada fue la difundida por el propio mandatario, quien afirmó que el 93% de los venezolanos rechaza las amenazas de Estados Unidos, citando a la encuestadora oficialista Hinterlaces. En contraste, un informe de la consultora Datos es Noticia, publicado por El Tiempo de Colombia, señala que el 83,7% de los venezolanos considera “extraordinariamente favorables” las acciones estadounidenses.
“Campeones contra el narcotráfico”
Frente a las acusaciones de narcoterrorismo, Nicolás Maduro ha negado cualquier vínculo criminal y desafió a sus acusadores con un tajante: “Si están buscando un mafioso, búsquenlo en otro lado”. En actos públicos se ha presentado como un “campeón mundial en la lucha contra el narcotráfico”, asegurando que Venezuela es un territorio “libre de coca, laboratorios y producción”.
El canciller Yván Gil reforzó esta idea y describió las denuncias como un simple “pretexto” para desestabilizar la región. El fiscal general, Tarek William Saab, insistió en que se trata de una “coartada”. Saab incluso citó informes del Departamento de Estado de marzo de 2025 y de la Administración para el Control de Drogas (DEA) para 2024-2025 que, según él, no mencionan el “Cártel de los Soles” ni la participación de Venezuela en el narcotráfico.
La narrativa oficial no sólo rechaza las acusaciones, sino que intenta invertirlas, posicionando a Venezuela como ejemplo exitoso en la lucha antidrogas, mientras acusa a países vecinos y a la oposición. En esa línea, Saab afirmó que María Corina Machado había planeado secuestrar y asesinar a Maduro, mientras Diosdado Cabello, también en televisión, la vinculó al narcotráfico y entregó señas de su actual dirección.
El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, cerró filas apuntando a naciones como Trinidad y Tobago como verdaderos focos del narcotráfico y advirtió que, si permiten que Estados Unidos utilice sus territorios como base para un ataque, “también recibirán una respuesta”.
“Recapacite”
Hacia el interior, el discurso de Nicolás Maduro se mantiene enérgico y desafiante; hacia el exterior, en cambio, ha moderado el tono. De las advertencias directas (“si Venezuela resulta agredida, nos declararemos en lucha armada” o “no hay forma de que le entren a Venezuela”) pasó a un conciliador llamado al diálogo: “Ojalá recapacite”, dijo sobre Trump. Por ahora su nuevo enemigo público es el secretario de Estado, Marco Rubio, al que calificó como “señor de la guerra”, aludiendo a que busca “mancharse las manos de sangre”.
La estrategia apela a la faceta negociadora de Donald Trump como empresario, en contraposición a lo que el régimen de Maduro califica como la “diplomacia de las cañoneras”.
En paralelo a estos mensajes públicos, la diplomacia ha seguido operando. El 16 de septiembre, Richard Grenell, enviado especial de Trump, se reunió con Maduro en Caracas en un intento por “evitar la guerra” y promover la vía diplomática. Pese al endurecimiento del discurso, Estados Unidos mantuvo canales de comunicación con el chavismo para negociar asuntos de interés nacional, como la repatriación de ciudadanos estadounidenses detenidos y la deportación de migrantes venezolanos, incluidos miembros del Tren de Aragua. Sin embargo, ese contacto se interrumpió en la última semana.
El episodio más reciente fue una carta enviada por Maduro a la Casa Blanca, en la que solicitó a Trump un diálogo directo o a través de Grenell, evitando así a Marco Rubio. “Presidente, espero que juntos podamos derrotar las falsedades que han empañado nuestra relación, que debe ser histórica y pacífica”, escribió. Y agregó: “Estos y otros temas siempre estarán abiertos a una conversación directa y franca con su enviado especial para superar el ruido mediático y las noticias falsas”. Según Maduro, hasta ahora este canal “ha funcionado a la perfección”.